Es una reproducción de una original de mayor tamaño en la que se representa a una mujer sentada y con los pies descalzos. Se encuentra rodeando con sus manos a un niño, vestido
únicamente con una camiseta. Ambos se miran a los ojos como símbolo de unión.
Está hecha en resina epoxi y reforzada con fibra de vidrio para aguantar las inclemencias del tiempo. Representa al popular personaje de Quino,
al que se pretendió homenajear con su inauguración, pues coincidió con su Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el año 2014.
La protagonista de este retrato de bronce es Josefa Carril, popularmente conocida como «La Torera». Fue fotógrafa de la clase burguesa
ovetense en las inmediaciones del Parque de San Francisco. Se piensa que su sobrenombre es porque solía usar como calzado unas
«manoletinas», propias del mundo taurino.
Esta escultura, reproducción de un original de menor tamaño, se trata de una de las muchas representaciones que hay en Oviedo de la mujer entendida como madre.
Representa a una mujer sentada amamantando a un niño mientras apoya su brazo izquierdo en la cintura.
Rebautizada en la ciudad como «La Gorda» debido a sus volúmenes, propios de Fernando Botero. Este artista se caracteriza por dar
un vuelco a temas tradicionales y legendarios del sistema patriarcal, donde la figura femenina suele estar estereotipada y sexualizada.
Santiago de Santiago donó esta figura al Ayuntamiento de Oviedo, que asumió los costes de treinta mil euros que supuso la fundición.
Se trata de una mujer que se encuentra ejecutando un paso de danza clásica y se dispone apoyada sobre una peana circular.
Representa a una estudiante que camina distraídamente leyendo un libro. La joven sujeta también una libreta y una carpeta mientras camina,
simbolizando la tradición universitaria de la ciudad. Se situaba a tan solo unos metros de su ubicación actual, bajo una farola que iluminaba
la estatua frente al Teatro Campoamor.
Pretende homenajear a las madres, reconociendo su labor silenciosa y paciente, tanto como amas de casa como en los trabajos realizados en mesones, posadas o sidrerías. La
composición nos muestra a una mujer entre fogones y a una niña que mira atenta sus evoluciones y consejos.
Es una copia, de mayor tamaño que la original, que se llevó a cabo tras la muerte del escultor a petición de la asociación de sidrerías de la Calle Gascona. Se retrata
a una mujer gitana llevando una cesta. El autor hace hincapié en esta etnia y su forma de vida.
Se encuentra en la plaza de Alfonso II, junto a la Catedral, donde Ana Ozores pasaba buena parte de su día. La escultura porta un vestido acorde a la época en la que se
inspira la novela, 1874. Además, parece mirar con recelo hacía la entrada del templo.
Representa a las mujeres que durante años llegaban a Oviedo para distribuir la leche en el casco histórico. La composición es sencilla, una aldeana vestida a la antigua
usanza y acompañada de su burro, que aparece con las patas delanteras atadas y agachado para saciar su sed con agua.
Es un retrato de Saturnina Requejo, conocida popularmente como «La Cachucha», una mujer del barrio gijonés de Cimadevilla, tradicionalmente pesquero. La mujer aparece
también representada en el «Retablo del Mar», una espectacular talla de madera que se encuentra en el Museo Casa Natal de Jovellanos en Gijón.
Vemos a una mujer sentada en un banco, con la cabeza apoyada sobre la mano izquierda y la mirada perdida. Se trata de un retrato de «La Bella Lola», protagonista de una famosa
habanera que relata la vuelta a casa de un marinero, al que le está esperando su esposa.
Muestra a una mujer sentada en el suelo con la mano izquierda apoyada sobre su pierna izquierda mientras carga el peso de su cuerpo en el brazo derecho, en una postura
característica de la obra del escultor Manuel Martínez Hugué.